CUESTIÓN DE SEXOS




Ayer hablaba con unos amigos sobre cómo influye la genética sobre algunas diferencias sexuales entre hombres y mujeres. Les comentaba que existen teorías acerca del origen ancestral de estas diferencias, por ejemplo, numerosos estudios parecen avalar que los hombres se desempeñan mejor en tareas de orientación que las mujeres, mientras que las mujeres tienen una mayor capacidad para diferenciar matices de color. En este ejemplo, las diferencias se achacan a la herencia recibida de un pasado en el que los hombres salían a cazar (para lo cual necesitaban orientarse bien) y las mujeres se dedicaban a la recolección (para lo que les vendría bien diferenciar matices y tonalidades que les ayudasen a distinguir los frutos buenos de los malos). Es un ejemplo cualquiera pero existen otras muchas teorías para cada una de las diferencias encontradas entre nuestros cerebros, cuya responsabilidad se otorga casi indefectiblemente a diferencias genéticas o a la influencia de la testosterona. 

La cuestión es que en aquella conversación insistía mucho en dejar claro que las diferencias no se dan de manera absoluta por una única causa, es decir, puede darse una influencia genética que marque ciertas tendencias, pero cuando se realizan estudios en los que se pretenden encontrar diferencias entre sexos, es importante tener presente que los que participan en los análisis llevan mucho tiempo viviendo inmersos en una sociedad que les ha hecho consolidar ciertos estereotipos y actitudes dependiendo de diversos factores de peso en el grupo social en el que se desarrollan.

Con respecto a esta influencia social, Cordelia Fine (psicóloga y escritora británica-canadiense) ha escrito un libro llamado Delusions of Gender (Cuestión de Sexos), donde a través de la presentación de una serie de experimentos y estudios intenta demostrar que las diferencias sexuales descubiertas no siempre son fruto de la genética. Algunos de esos estudios se comentan en este artículo de Sergio Parra en Xacataciencia, cuando me llegue el libro podré dar más datos pero mientras tanto este me parece un buenísimo avance.


¿De verdad que las mujeres son más incompetentes en matemáticas que los hombres? 


Editor en Xatakaciencia
Ha cristalizado la idea de que, en cuestiones matemáticas, los hombres son más hábiles que las mujeres. Y que ésa es la razón de que haya más matemáticos que matemáticas, por ejemplo. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas.
Según diversos experimentos, basta con reformular la descripción de las pruebas de competencia matemática para que las diferencias entre hombres y mujeres no se produzca.
En pocas palabras, vivimos en un entorno social que da por sentado que las matemáticas son cosa de hombres, así que las mujeres no se enfrentan con la misma confianza a las pruebas estándar. Pero basta con cambiar el nivel de amenaza del contexto para producir efectos tangibles en la capacidad para desempeñar una determinada tarea, incluso resolver problemas matemáticos.
Es lo que hicieron Chaterine Good y sus colegas de la City University de Nueva York con 100 estudiantes universitarios que se habían matriculado en una clase intensiva de cálculo que servía de preámbulo a las ciencias exactas. Se les entregó a todos un test con preguntas extraídas del examen de graduación y, para motivarles, se les comunicó que se les ofrecería créditos extra dependiendo del rendimiento.
Lo importante en el experimento es que, dentro del sobre donde estaba el test, se había introducido también información acerca del mismo, tal y como explica Cordelia Fine:
Los estudiantes del grupo de amenaza de estereotipo entendieron que el test estaba diseñado para medir su habilidad en matemáticas, para intentar saber por qué algunas personas son más aptas que otras para las matemáticas. Esa clase de afirmación supone ya de por sí una amenaza de estereotipo para las mujeres, pues que son plenamente conscientes de su estereotipada inferioridad en matemáticas. A eso había que añadirle que al grupo sin ninguna condición de amenaza se le informó de que, después de haber realizado la prueba con miles de estudiantes, no se había encontrado ninguna diferencia de género.
A pesar de que los estudiantes del experimento habían recibido más o menos la misma formación, las mujeres que realizaron el test en condiciones de no amenaza, obtuvieron mejor puntuación.
los hombres y las mujeres del grupo amenazado, obtuvieron una puntuación aproximada del 19 por ciento al realizar ese ejercicio tan difícil. Sin embargo, las mujeres del grupo no amenazado obtuvieron una puntuación media del 30 por ciento, superando, de esa manera, a cualquier otro grupo, incluidos los dos grupos de hombres.
Lo que sugieren esta clase de estudios es que las diferencias de género en el ámbito de las matemáticas pueden no tener un razón biológica y ser inmutables, sino también tener un sustrato social considerable. Cambiando el estereotipo social, pues, las puntuaciones de hombres y mujeres podrían igualarse.
Otro estudio similar fue llevado a cabo por Gregory Walton y Steven Spencer, de la Universidad de Stanford, que analizó los datos obtenidos de docenas de experimentos de amenaza del estereotipo para demostrar que el rendimiento académico caía en picado.
Ambos investigadores confirmaron que los participantes negativamente estereotipados (es decir, las mujeres que estudiaban matemáticas y la minoría de estudiantes no asiáticos) cotejados en verdaderos tests académicos como el SAT, obtenían peor puntuación que los grupos no estereotipados bajo amenaza de estereotipo.

Siguiendo la línea de los experimentos que os explicaba en la primera entrega de este artículoMara Cadinu, de la Universidad de Padua, entregó a hombres y mujeres un test de matemáticas similar al examen de graduación. Previamente, sin embargo, les indicaron unos participantes que había una clara diferencia en competencias matemáticas según el sexo. A los otros participantes no les dijeron tal diferencia no existía.
Antes de llevar a cabo el test, se les entregó una hoja en blanco para que escribieran todo lo que se les pasara por la cabeza.
Las mujeres del grupo de amenaza de estereotipo escribieron más del doble de pensamientos negativos acerca del ejercicio de matemáticas (por ejemplo, frases como “este ejercicio es demasiado difícil para mí”). A medida que esa negatividad se intensifica, incrementa su interferencia en el rendimiento. Aunque en la primera mitad del test ambos grupos obtuvieron una puntuación media del 70 por ciento, en la segunda parte del ejercicio el rendimiento del grupo de control mejoró (hasta un 81 por ciento), mientras que el del grupo de amenaza de estereotipo descendió hasta un 56 por ciento.
Además de bloquear la memoria de trabajo, estos estudios sugieren que la amenaza del estereotipo puede perturbar la mente con una actitud de prevención de errores. La mente deja de centrarse en lograr el éxito (siendo creativa y valiente) para centrarse en evitar errores, lo que significa ser precavido, cuidadoso y conservador.
También se da otra circunstancia que refuerza esta hipótesis. A medida de que una mujer avanza en su carrera matemática, se queda cada vez más rezagada respecto a su homólogo masculino.
En Estados Unidos, en el año 2001, las mujeres obtenían aproximadamente la mitad de las licenciaturas en matemáticas, pero solo el 28 por ciento de los doctorados, un número que se iba reduciendo a medida que se avanzaba más en ese campo. Eso dificulta el problema en más de un aspecto. Su sexo resalta cada vez más, lo cual puede impulsar los procesos de amenaza de estereotipo.
En un estudio publicado por Psychological Science bajo el título “Un medio intelectual amenazante: por qué las mujeres son susceptibles de experimentar déficit de resolución de problemas en presencia de hombres”, se llegó a observar que, cuanto mayor sea la diferencia en el número de hombres y mujeres, peor es el rendimiento de las mismas. Amy Kiefer y Denise Sekaquaptewa, de la Universidad de Michigan, empleando tests de asociación implícita, también llegaron a la conclusión de que, cuanto más difícil sea la lección de matemáticas, mayor es la tendencia de la mujer a pensar que matemáticas es igual a hombre.
Las investigadoras aseguran que eso se debe a que, cuanto más difíciles son las clases, más dominadas están por los hombres y, por eso, se refuerza ese vínculo entre hombre y matemáticas en la mente de la mujer.
En definitiva, parece ser que las cosas no son tan sencillas como parecen a la hora de afirmar que hombres y mujeres tienen diferentes competencias en matemáticas sólo atendiendo a niveles de testosterona y otras diferencias cerebrales; y que el entorno social puede ser tan determinante como la dotación biológica.

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